Tales of Mystery and Imagination

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Miguel Ángel López Muñoz (Magnus Dagon): Reversión



El otro día pasé
por la librería y lo vi. Otro puto libro de zombis. Estoy hasta los cojones de los libros de zombis. Zombis decimonónicos, zombis costumbristas, zombis nazis, zombis androides, los Beatles zombis, el Papa zombi. Ya no podía más. Así que hice lo único que podía hacer. Le declaré la guerra al resto del mundo y aniquilé a todos menos yo. Así, al menos, dejaría de salir basura sobre zombis.
Los primeros días fueron bien. Luego empecé a tener pesadillas con que todo el mundo se levantaba e iba a por mí. Nada que no arreglara un buen somnífero. Jódete, Richard Matheson. Jódete, Neville.
Luego empecé a albergar una terrible sospecha. Estaba solo en el mundo.
Solo. No había nadie más que yo. Estaba vivo, pero a efectos prácticos era como un muerto en vida, andando solo por los restos de un mundo desolado.
Me había convertido en un zombi a mi vez. No había podido escapar a mi destino.
Mierda de metáforas

Miguel Ángel López Muñoz (Magnus Dagon): El zombi definitivo


Me habían pedido que hablara de zombis. Pero yo no quería describir uno cualquiera, así que me puse a mí mismo la meta de crear un ser imparable, una putrefacción artificial sin igual en la historia de la humanidad.
Empecé a pensar qué cualidades debería poseer. Tenía que ser fuerte y poderoso, sin duda, y carecer de alma y emotividad. Sería capaz de comerse incluso a otros de su condición, llegado el momento. La sola idea de enfrentarse a él provocaría temor, ya que podría tumbar y devorar a cualquiera que se pusiera en su camino. Tanto temor provocaría, que se le pagaría tributo, y entre todos le alimentaríamos, haciendo que él y los suyos fueran cada vez más imparables, aunque lo suficientemente listos como para darse cuenta de que, sin nosotros, ellos no serían nada, y por tanto nos asfixiarían lentamente, para que nunca se nos ocurriera tratar de unirnos contra ellos.
Me detuve, como herido por una flecha invisible, y dejé de anotar. Todo eso no valía para nada, ya había sido inventado. El zombi definitivo, de hecho, ya estaba entre nosotros. Nosotros solemos llamarlos bancos

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