El anciano se acodó contra el mostrador de la pulpería. Tras pitar una vez más el cigarro reblandecido por la saliva, paseó la vista por las paredes de ladrillos cimentados con barro. Pocos lugares había en ella que no estuvieran cubiertos con estampitas mohosas, telas indias del norte y manojos de plumas de ñandú. Dos raídos velones restaban fuerza al brillo de la luna, haciendo bailotear sombras sobre algunos nichos que albergaban codiciadas botellas de jerez fronterizo.
-Ustedes perdonarán la insistencia, señores -dijo-, pero yo me voy a hacer de vuelta la señal e’la cruz antes de seguir hablando. A veces es suficiente con mentar al Malo para que aparezca. No los quiero perjudicar, y menos a vos que tenés dos gurisitos en edad de atender. Sería pavo llamar a la desgracia.
-Siga nomás, que estamos todos cristianados -dijo la mujer aludida, una mestiza de dieciséis años con una larga cicatriz en la mejilla derecha.
-Hace varias noches que esto me quita el sueño. Y nadie puede decir que soy flojo. ¿De donde saca la vieja los angelitos? -preguntó, señalando una pequeña momia que se sostenía sobre un anaquel tapizado con pasto seco.
Los angelitos de pulpería eran una costumbre de todos los locales de buen tono incluso desde antes que hubiera estancias en la llanura. Como los bebés muertos después del bautismo estaban limpios de todo pecado, se consideraba de buen augurio colocarlos a la entrada de las pulperías para que con su influjo benéfico evitaran las riñas, las trampas en las apuestas, los robos y las enfermedades en los dueños y en los parroquianos. Esto era mientras quedara carne o piel; cuando los gusanos y vinchucas dejaban los huesos pelados, el niño era enterrado entre llantos y no faltaba alguien que improvisara un cielito triste para la ocasión. Su precio variaba, lógicamente, según la ley de la oferta y la demanda. Como los últimos años estuvieron libres de plagas (y por lo tanto de bebés muertos) y como el número de pulperías había aumentado a medida que se corría la frontera, el valor de un angelito estaba por las nubes.