Sé que arriesgo lo que queda de mi prestigio profesional y que mi equilibrio psíquico tal vez no sobreviva intacto a la investigación en medio de la cual me encuentro, pero aun así creo que estoy en condiciones de afirmar como seguro lo que hasta ahora era un rumor, una leyenda, una hipótesis desmentida por muchos, entre ellos, principalmente, alguno de los afectados: la Brigada de la Realidad existe, la Brigada de la Realidad se encuentra entre nosotros y actúa, no con regularidad ni desde luego a la luz pública, pero sí con una casi omnipresencia que yo me atrevería a calificar de aterradora, y con una amplitud y sofisticación de medios a su alcance que la vuelve tan invencible (tan ineludible) como indetectable.
No deja rastros involuntarios porque su pulcritud es tan perfecta como su instantaneidad, pero a veces sí indicios de su paso, marcas que indican su responsabilidad en algunos hechos increíbles. No es exactamente habitual, pero sí frecuente, que aparezcan en la vivienda, o en la ropa, o en algún objeto muy personal de un abducido las ya temidas iniciales "B.R.", o bien un acrónimo que yo no he llegado a ver nunca, pero que es algo parecido a "BRIDAD" o a "BREAL". Sobre lo que no hay la menor duda es sobre el lema o contraseña que rige todas sus actuaciones, y que, según parece, está inscrito en los uniformes de algunos de sus miembros. Según algunos testimonios, en la espalda, a modo del letrero de un chándal; según otros, en la visera de las gorras, que son negras y de cuero, con unas orejeras voluminosas que tal vez oculten los micrófonos a través de los cuales dichos miembros reciben instrucciones. Más de un abducido no olvidará nunca más esa contraseña: "Del dicho al hecho".