Tales of Mystery and Imagination

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Carlos Buiza: La Caída

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DEL COMANDANTE AL CONSEJO SUPREMO DEL SISTEMA REYGAL. - Hemos detectado otro Sistema Planetario y a él nos dirigimos. Parece ser el más propicio según nuestros instrumentos, aunque no el más cercano. Está situado en oposición periférica de su galaxia, en cuyo centro existe gran asociación estelar de la que también nos ocuparemos. El Sistema forma parte de otro sistema de soles que cuenta con más de 200.000 millones de estrellas y más de un billón de planetas. Se halla a unos 26.000 años luz del centro de su galaxia y los planetas que lo componen han sido seleccionados por los Cerebros Biotáxicos en primer lugar.
A LA COMANDANCIA. - Nada de particular desde el último mensaje. Hombres, animados y en perfectas condiciones. Moral y comunicados médicos, inmejorables. Ningún accidente ni enfermedad.
PARTICULAR. - Querida M.: Pronto estaré de vuelta, lo estoy deseando. Es una lata tener que hablar así, pero no hay otra forma. Tampoco puedo decirte muchas cosas, misión ultrasecreta, ya sabes. ¿Qué tal Pol? Besos de mi parte. Para ti también. Te traeré una estrella. Hasta pronto. Pol.
DEL CSSR al Cte. - Continúen según plan establecido. Obvio recomendar ahora mayor prudencia. Siga comunicando horas fijadas.
AL Cte. (PARTICULAR). - Querido Pol. No sabes cuánto te echo de menos. Pol muy contento en el colegio. Dicen que se te parece. Tráeme algo más romántico. La pregunta obligada de la mujer de un Comandante Espacial sería ¿De qué magnitud? ¿Roja enana quizá? Desaparece todo el misterio. Besos y vuelve en seguida. M. Te quiero. M.
DEL Cte. AL CSSR. - Hemos penetrado en SP archivado como 2-314-Bv 19. Cerebros biotáxicos saltan como locos. ¡En uno de los planetas, al menos, hay vida!. Las especies animales aparecen poco evolucionadas, antropoides. Reúne Esperando definitiva orden exploración, laboratorio investiga activamente.
A LA COMANDANCIA. - Todos en perfecto estado.
PARTICULAR. - Querida M. Mejor que sobre ruedas. Ya queda menos, no te impacientes. Cambiaré el regalo por una lágrima de estrella. Besos P.
DEL CSSR AL Cte. - Ordenes brevemente discutidas en Consejo y que transmitimos: «Exploración inmediata. Utilicen botes salvavidas. R.208 a 100 km. superficie. Fotografías por T-espacio de flora y fauna, costas y mares, nubes y montañas».
DEL Cte. AL CSSR. - Ordenes en cumplimiento. Envío material.
AL Cte. (PARTICULAR). - Contenta por tus noticias. Mamá vino esta mañana. Me hace compañía después del trabajo y me ayuda mucho. Espero impaciente ver sollozo de estrella. M.
Más tarde.
DEL Cte. AL CSSR. - Cerebros cartográficos trabajando a pleno rendimiento. Grandes vergeles después de un desierto. En aquellos, antropoides muy evolucionados. No se han observado, en todo el planeta, señales de vida inteligente: cultivos, edificios, etc. Cerebros antrópicos no facilitan datos precisos. Técnicos revisan posible avería.

Carlos Buiza: Asfalto

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El intenso brillo del sol reverberaba en las calles y en las blancas fachadas de las casas; el hombre deambulaba, sudando, bajo el calor del verano.

—¡Dios, debe hacer mil grados!

Debía andar, sin embargo; el médico le había dicho que cinco o seis kilómetros diarios, por lo menos. Era, quizá, la primera vez que lamentara la corta distancia entre su casa y el trabajo. Veía de vez en cuando algunas personas apresuradas que huían del calor de la calle, visiones fugaces que desaparecían por cualquier esquina. La goma del bastón y la guarda metálica de su pierna derecha, escayolada, establecían un ritmo de percusión, lleno también de calor y abotargamiento. El sombrero de esterilla le protegía, pero hacía bajar por su frente gotas de sudor que él enjugaba de vez en cuando, deteniéndose.

«Es un día agobiante..., un día de infierno», pensaba el hombre.

Después de haber recorrido algunas manzanas procurando mantenerse siempre al resguardo de la sombra, emprendió, como todos los días, el regreso a su casa.

Un perro sin collar, vulgar y feo, le asustó al salir inesperadamente de una esquina. Alargó el bastón para ahuyentarle, y el perro cambió de dirección, cruzando la calle. A su vez, el hombre se dispuso a cruzarla. Miró a ambos lados, inútilmente, pues no pasaba ningún vehículo. Apoyó el bastón en el caliente asfalto y adelantó una pierna; pero el bastón permaneció rígido en el mismo punto y casi le hizo perder el equilibrio. El hombre juró entre dientes. Tiró de él. Estaba bien fijo en el reblandecido alquitrán. Bajó de la acera, sintiendo cómo la guarda metálica de la pierna se hundía también en la pastosa mezcla.

—¡Maldita sea, debo ser imbécil! —dijo en voz alta.

Apoyándose en su pierna sana hizo presión con el pie. Pero el hierro se había clavado rígidamente y parecía no querer salir de allí. Se ayudó con las manos, tirando de la escayola y, a cada intento, la cara se le ponía más colorada; después se dio cuenta que el zapato también se había hundido un poco, privando a la pierna sana de movimiento.

Comprendió que se había clavado en el asfalto, sin posibilidad de salir, a no ser que recibiese ayuda.

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