Tales of Mystery and Imagination

Tales of Mystery and Imagination

" Tales of Mystery and Imagination es un blog sin ánimo de lucro cuyo único fin consiste en rendir justo homenaje a los escritores de terror, ciencia-ficción y fantasía del mundo. Los derechos de los textos que aquí aparecen pertenecen a cada autor.

Las imágenes han sido obtenidas de la red y son de dominio público. No obstante, si alguien tiene derecho reservado sobre alguna de ellas y se siente perjudicado por su publicación, por favor, no dude en comunicárnoslo.

Juan Miguel Aguilera: El bosque de hielo




1
Abrí los ojos y vi a Manuel, flotando en mitad de la habitación. Una sonrisa triste llenaba su rostro.
—Hola Diana —me dijo—, sabes que nunca he creído en fantasmas.
Alargué la mano, y mis dedos tocaron su mejilla; resbalaron por su cara hasta llegar a los labios. Él los besó suavemente. Aparté la mano.
—Pareces muy sólido —musité.
Él avanzó hacia mí; con todas mis fuerzas deseé retroceder, apartarme de él, pero permanecí inmóvil.
Yo sólo llevaba encima una delgada camiseta de algodón. Él apretó mis pechos a través de la tela, se acercó aún más, y noté su cálida respiración en mi cuello. Mis manos se deslizaron hacia arriba por su espalda, hasta alcanzar su nuca, más arriha mis dedos se perdieron entre su pelo, y tiré hacia atrás hasta que su rostro quedó frente al mío. Nos miramos durante un minuto o dos, sin querer comprender lo que estaba pasando. Sus lahios se apretaron contra los míos y nos besamos lentamente, con una intensidad enloquecedora. Nuestros cuerpos se entrelazaron en medio de la oscuridad y giraron uno en tomo al otro, flotando en aquella gravedad casi inexistente. En un lugar así, incluso una locura como aquélla parecía poseer una oportunidad de convertirse en algo real.
El placer se abrió paso hacia mi interior, y estalló como una supemova ardiendo en algún punto de mi abdomen. Su intensidad fue casi dolorosa, durante un instante sentí cómo la respiración me faltaba y luces brillantes danzaban locamente ante mis ojos...
—Manuel...
No sé qué me despertó. Abrí los ojos en la oscuridad, y sentí el cuerpo de Pablo durmiendo a mi lado. Me incorporé con cuidado de no despertarlo; algo que hubiera resultado del todo imposible en una gravedad normal.
El apartamento estaba casi a oscuras; sólo la débil luz de la pantalla de la terminal creaba un halo de luminosidad que lo teñía todo de color índigo.
Me acerqué a la terminal y pulsé la opción que anulaba la comunicación verbal. Me volví brevemente hacia Pablo que seguía durmiendo en la hamaca.

Steven Meretzky: Obituary




He read his obituary with confusion.


José Luis Sampedro: Un caso de cosmoetnología: La religión hispánica

José luis San Pedro


Desde el punto del campo gravitatorio terrestre en que estoy situado, tan próximo a su centro, abarco perfectamente la ciudad de Madrid, seleccionada para nuestro estudio antropológico. Es lo que ustedes llaman domingo; es decir, el día que hemos seleccionado previamente por razones obvias. Es también la hora del rito cuya observación nos interesa. Por cierto, hablo en presente por hablar de algún modo, pues eso que ustedes llaman tiempo tiene para nosotros un sentido imposible de explicarles.

Pues, naturalmente, yo no soy un terráqueo, sino que habito cierto asteroide. Supongo que eso ya no sorprenderá a ningún lector, después de tanto platillo volante como ven desde la Tierra en estos últimos períodos temporales. No obstante, para hacer más digerible la novedad de esta información científica, firmo con un nombre y apellidos de los que suelen usar ustedes y procuro expresarme en vocablos de su medio expresivo. No pueden imaginarse el trabajo que cuesta. Es como cuando a un gas lo encierran a presión y no se puede mover.

En fin, el caso es que en nuestro mundo se habían producido ciertas discusiones sobre el estado actual de las creencias religiosas en las agrupaciones pensantes primitivas de nuestro espacio próximo, especialmente en la Tierra, donde esas creencias han jugado un gran papel. Ciertos etnólogos cósmicos insistían en la fuerte vigencia actual de tales ideas. En cambio mis maestros _ahora sé que por error_ las consideraban en decadencia. Para abreviar fui comisionado para un desplazamiento que permitiera aportar hechos sobre la situación en cualquier país terrestre donde la religión se encontrase viva.

Basil Copper: Doctor Porthos




I

Nervous debflity, the doctor says. And yet Angelina has never been ill in her life. Nervous debility! Something far more powerful is involved here; I am left wondering if I should not call in specialist advice. Yet we are so remote and Dr Porthos is well spoken of by the local people. Why on earth did we ever come to this house? Angelina was perfectly well until then. It is extraordinary to think that two months can have wrought such a change in my wife.

In the town she was lively and vivacious; yet now I can hardly bear to look at her without profound emotion. Her cheeks are sunken and pale, her eyes dark and tired, her bloom quite gone at twenty-five. Could it be something in the air of the house? It seems barely possible. But in that case Dr Porthos' ministrations should have proved effective. But so far all his skills have been powerless to produce any change for the better. If it had not been for the terms of my uncle's will we would never have come at all.

Friends may call it cupidity, the world may think what it chooses, but the plain truth is that I needed the money. My own health is far from robust and long hours in the family business—ours is an honoured and well-established counting house—had made it perfectly clear to me that I must seek some other mode of life. And yet I could not afford to retire; the terms of my uncle's will, as retailed to me by the family solicitor, afforded the perfect solution.

An annuity—a handsome annuity to put it bluntly—but with the proviso that my wife and I should reside in the old man's house for a period of not less than five years from the date the terms of the will became effective. I hesitated long; both my wife and I were fond of town life and my uncle's estate was in a remote area, where living for the country people was primitive and amenities few. As I had understood it from the solicitor, the house itself had not even the benefit of gas-lighting; in summer it was not so bad but the long months of winter would be melancholy indeed with only the glimmer of candles and the pale sheen of oil lamps to relieve the gloom of the lonely old place.

Salomé Guadalupe Ingelmo: Lupus est homo homini, non homo, quim qualis sit non novit: Rabiosamente liberal

Salomé Guadalupe Ingelmo, escritora madrileña, escritora española, escritoras por la denuncia social, escritora española, escritora de terror, microficción, terror español, miNatura


–¿Quieres? Regalo de mi esposa –aclara el calvo mientras le ofrece su pitillera.
A la vista del metal, tiembla. Sólo a la plata no es inmune: la misma materia que le dio la vida podría arrebatársela. Pero ni aun conociendo sus peligros, deja de brillar la avaricia en los gélidos ojos.
El desconocido observa insistentemente su dura pelambrera, como si de verdad envidiase esa densa barba contra la que nada pueden las maquinillas de afeitar. Quizá sea gay. O quizá no.
Cuando despierta, apenas nada le queda del anónimo benefactor, el sacrificado samaritano conocido en el bar, salvo una desagradable pelusilla entre los dientes. No es fácil encontrarlos totalmente imberbes.
Su ropa está hecha jirones. Si sigue estallando camisas tan a menudo, se verá obligado a dejar de usarlas de marca. Eso por no hablar de los zapatos, que ahora lucen cinco tajos: cinco heridas abiertas por sus propias garras. Debería aprender a entusiasmarse menos, pero no logra contener su instinto animal.
Se ha preguntado sobre el origen de su mal cientos de veces, Otras tantas, ha buscado respuestas entre las páginas de todo tipo de libros. “La explicación tradicional del fenómeno parece solapar la violación de alguna norma natural o social”, lee en la enciclopedia bajo la entrada “licantropía”.
Recuerda vagamente aquel día en que no le tembló la mano al firmar el primer préstamo hipotecario con cláusulas abusivas, el primero que dejó a una familia en la calle... Pero inmediatamente rechaza la absurda hipótesis.
Al fin y al cabo no hay nada de extraño en él: “el hombre es un lobo para el hombre”, se consuela echando mano a los conocimientos adquiridos en sus tiempos de estudiante de Económicas. Y libre del peso de la conciencia, sale, como cada noche, en busca de su presa.

Ronald Chetwynd-Hayes: The Labyrinth




They were lost. Rosemary knew it and said so in forcible language. Brian also was well aware of their predicament but was unwilling to admit it.

"One cannot be lost in England," he stated. "We're bound to strike a main road if we walk in a straight line."

"But suppose we wander in a circle?" Rosemary asked, look-ing fearfully round at the Dartmoor landscape, "and finish up in a bog?"

"If we use our eyes there's no reason why bogs should bother us. Come on and stop moaning."

"We should never have left that track," Rosemary insisted. "Suppose we get caught out here when night falls?"

"Don't be daft," he snapped, "it's only mid-day. We'll be in Princetown long before nightfall."

"You hope." She refused to be convinced. "I'm hungry."

"So am I." They were walking up a steep incline. "But I don't keep on about it."

"I'm not keeping on. I'm hungry and I said so. Do you think we'll find a main road soon?" ^

"Over the next rise," he promised. "There's always a main road over the next rise."

But he was wrong. When they crested the next rise and looked down, there was only a narrow track which terminated at a tumbledown gate set in a low stone wall. Beyond, like an island girdled by a yellow lake, was a lawn-besieged house. It was built of grey stone and seemed to have been thrown up by the moors; a great, crouching monster that glared out across the countryside with multiple glass eyes. It had a strange look. The chimney stacks might have been jagged splinters of rock that had acquired a rough cylindrical shape after centuries of wind and rain. But the really odd aspect was that the sun appeared to ignore the house. It had baked the lawn to a pale yellow, cracked the paint on an adjacent summerhouse, but in some inexplicable way, it seemed to disavow the existence of the great, towering mass.

Miguel de Unamuno: El que se enterró



Era extraordinario el cambio de carácter que sufrió mi amigo. El joven jovial, dicharachero y descuidado, habíase convertido en un hombre tristón, taciturno y escrupuloso.
Sus momentos de abstracción eran frecuentes y durante ellos parecía como si su espíritu viajase por caminos de otro mundo. Uno de nuestros amigos, lector y descifrador asiduo de Browning, recordando la extraña composición en que éste nos habla de la vida de Lázaro después de resucitado, solía decir que el pobre Emilio había visitado la muerte. Y cuantas inquisiciones emprendimos para adivinar la causa de aquel misterioso cambio de carácter fueron inquisiciones infructuosas.
Pero tanto y tanto le apreté y con tal insistencia cada vez, que por fin un día, dejando transparentar el esfuerzo que cuesta una resolución costosa y muy combatida, me dijo de pronto: "Bueno, vas a saber lo que me ha pasado, pero le exijo, por lo que le sea más santo, que no se lo cuentes a nadie mientras yo no vuelva a morirme." Se lo prometí con toda solemnidad y me llevó a su cuarto de estudio, donde nos encerramos.
Desde antes de su cambio no había yo entrado en aquel su cuarto de estudio. No se había modificado en nada, pero ahora me pareció más en consonancia con su dueño. Pensé por un momento que era su estancia más habitual y favorita la que le había cambiado de modo tan sorprendente.
Su antiguo asiento, aquel ancho sillón frailero, de vaqueta, con sus grandes brazos, me pareció adquirir nuevo sentido. Estaba examinándolo cuando Emilio, luego de haber cerrado cuidadosamente la puerta, me dijo, señalándomelo:

William Fryer Harvey: Across the moors



It really was most unfortunate.

Peggy had a temperature of nearly a hundred, and a pain in her side, and Mrs. Workington Bancroft knew that it was appendicitis. But there was no one whom she could send for the doctor.

James had gone with the jaunting-car to meet her husband who had at last managed to get away for a week's shooting.

Adolph, she had sent to the Evershams, only half an hour before, with a note for Lady Eva.

The cook could not manage to walk, even if dinner could be served without her.

Kate, as usual, was not to be trusted.

There remained Miss Craig.

"Of course, you must see that Peggy is really ill," said she, as the governess came into the room, in answer to her summons. "The difficulty is, that there is absolutely no one whom I can send for the doctor." Mrs. Workington Bancroft paused; she was always willing that those beneath her should have the privilege of offering the services which it was her right to command.

"So, perhaps, Miss Craig," she went on, "you would not mind walking over to Tebbits' Farm. I hear there is a Liverpool doctor staying there. Of course I know nothing about him, but we must take the risk, and I expect he'll be only too glad to be earning something during his holiday. It's nearly four miles, I know, and I'd never dream of asking you if it was not that I dread appendicitis so."

"Very well," said Miss Craig, "I suppose I must go; but I don't know the way."

"Oh you can't miss it," said Mrs. Workington Bancroft, in her anxiety temporarily forgiving the obvious unwillingness of her governess' consent.

"You follow the road across the moor for two miles, until you come toRedman's Cross. You turn to the left there, and follow a rough path that leads through a larch plantation. And Tebbits' farm lies just below you in the valley."

"And take Pontiff with you," she added, as the girl left the room. "There's absolutely nothing to be afraid of, but I expect you'll feel happier with the dog."

Francisco de Quevedo: El sueño de las calaveras

Francisco de Quevedo


Los sueños dice Homero que son de Júpiter y que él los envía, y en otro lugar que se han de creer. Es así cuando tocan en cosas importantes y piadosas o las sueñan reyes y grandes señores, como se colige del doctísimo y admirable Propercio en estos versos:

Nec tu sperne piis venientia somnia portis
cum pia venerunt somnia pondus habent

Dígolo a propósito que tengo por caído del cielo uno que yo tuve en estas noches pasadas, habiendo cerrado los ojos con el libro del Dante, lo cual fue causa de soñar que veía un tropel de visiones. Y aunque en casa de un poeta es cosa dificultosa creer que haya cosa de juicio aunque por sueños, le hubo en mí por la razón que da Claudiano en la prefación al libro 2 del Rapto , diciendo que todos los animales sueñan de noche como sombras de lo que trataron de día; y Petronio Arbitro dice:

Et canis in somnis leporis vestigia latrat

y hablando de los jueces:

Et pauido cernit inclusum corde tribunal

Parecióme, pues, que veía un mancebo que discurriendo por el aire daba voz de su aliento a una trompeta, afeando con su fuerza en parte su hermosura. Halló el son obediencia en los mármoles y oídos en los muertos, y así al punto comenzó a moverse toda la tierra y a dar licencia a los güesos que anduviesen unos en busca de otros; y pasando tiempo, aunque fue breve, vi a los que habían sido soldados y capitanes levantarse de los sepulcros con ira, juzgándola por seña de guerra; a los avarientos con ansias y congojas, recelando algún rebato; y los dados a vanidad y gula, con ser áspero el son, lo tuvieron por cosa de sarao o caza. Esto conocía yo en los semblantes de cada uno y no vi que llegase el ruido de la trompeta a oreja que se persuadiese a lo que era. Después noté de la manera que algunas almas huían, unas con asco y otras con miedo, de sus antiguos cuerpos. A cuál faltaba un brazo, a cuál un ojo, y diome risa ver la diversidad de figuras y admiróme la providencia en que estando barajados unos con otros, nadie por yerro de cuenta se ponía las piernas ni los miembros de los vecinos. Solo en un cementerio me pareció que andaban destrocando cabezas y que vi a un escribano que no le venía bien el alma y quiso decir que no era suya por descartarse della.

João de Araújo Correia: O Ceguinho e o Demónio

João de Araújo Correia


Tal ceguinho era religioso por vocação e por necessidade. Gostava de assistir às missas, rezar pelos benfeitores, ouvir a palavra de Deus orada do púlpito pelos melhores jesuítas e de adormecer à noite com as camândulas presas entre os dedos magros ― de tísico... A religião dava-lhe prazer e rendia-lhe coroas. Vendo-o tão pio, as beatas ricas fartavam-no de esmolas e até lhe inventaram o vício de fumar para ele se entreter ― as santas criaturas.

Morava numa casa térrea ao rés do adro e tinha por costume sentar-se nos degraus de um cruzeiro levantado diante da igreja. Ali vivia ― preso àquelas pedras com mais amor do que ao buraco da casa. Dali espreitava tudo ― se é que os cegos espreitam. Não espreitava, mas, ouvia. Dava relação de quantos passos feriam a testada do templo. Passos apressados de homens que não tiram o chapéu a ninguém ― menos a uma cruz. Passos frívolos de senhorinhas que fazem vénia, mas ligeira, a Nossa Senhora. Passos doentios de senhoras de idade, cuja reverência ao Santíssimo é meiga e prolongada. Passinhos de criança sobre o saibro, tic, tic, davam ao ceguinho a impressão do primeiro granizo que pinga na areia.

Afeito àqueles ruídos, conhecia-os todos, identificava-os, sabia o nome aos pés que os produziam. Tinha que fazer, contando-os e nomeando-os, porque o adro era aberto e muita gente o atravessava para ir mais depressa à sua vida.

O cego não pedia esmola. Cumprimentava e recebia. Quando, no meio daquele perpassar de pés e pernas, reconhecia amigo ou devota, dizia:

― Senhor F., o dia está bonito.

Ou:

― Minha Senhora! A missinha amanhã é mais cedo. A Senhora sabe... Disse o Senhor Abade...

Amado Nervo: El país en que la lluvia era luminosa

Amado Nervo



Después de lentas jornadas a caballo por espacio de medio mes y por caminos desconocidos y veredas sesgas, llegamos al país de la lluvia luminosa.
La capital de este país, ignorado ahora, aunque en un tiempo fue escenario de claros hechos, era una ciudad gótica, de callejas retorcidas, llenas de sorpresas románticas, de recodos de misterio, de ángulos de piedra tallada, en que los siglos acumularon su pátina señoril, de venerables matices de acero.
Estaba la ciudad situada a la orilla de un mar poco frecuentado; de un mar cuyas aguas se debe a bacterias que viven en la superficie de los mares, a animálculos microscópicos que poseen un gran poder fotogénico, semejante en sus propiedades al de los cocuyos, luciérnagas y gusanos de luz.
Estos microorganismos, en virtud de su pequeñez, cuando el agua se evapora, ascienden con ella, sin dificultad alguna. Más aún: como sus colonias innumerables son superficiales, la evaporación las arrebata por miríadas, y después, cuando los vapores se condensan y viene la lluvia, en cada gota palpitan incontables animálculos, pródigos de luz, que producen el bello fenómeno a que se hace referencia.
A decir verdad, el mar a cuyas orillas se alzaba la ciudad término de mi viaje no siempre había sido fosforescente. El fenómeno se remontaba a dos o tres generaciones. Provenía, si ello puede decirse, de la aclimatación en sus aguas de colonias fotogénicas (más bien propias de los mares tropicales), en virtud de causas térmicas debidas a una desviación del Gulf stream, y a otras determinantes que los sabios, en su oportunidad, explicaron de sobra. Algunos ancianos del vecindario recordaban haber visto caer, en sus mocedades, la lluvia oscura y monótona de las ciudades del Norte, madre del esplín y de la melancolía.


Henry Ferris Arnold: The Night Wire



"New York, September 30 CP FLASH
"Ambassador Holliwell died here today. The end came
suddenly as the ambassador was alone in his study...."

There is something ungodly about these night wire jobs. You sit up here on the top floor of a skyscraper and listen in to the whispers of a civilization. New York, London, Calcutta, Bombay, Singapore -- they're your next-door neighbors after the streetlights go dim and the world has gone to sleep.

Alone in the quiet hours between two and four, the receiving operators doze over their sounders and the news comes in. Fires and disasters and suicides. Murders, crowds, catastrophes. Sometimes an earthquake with a casualty list as long as your arm. The night wire man takes it down almost in his sleep, picking it off on his typewriter with one finger.

Once in a long time you prick up your ears and listen. You've heard of some one you knew in Singapore, Halifax or Paris, long ago. Maybe they've been promoted, but more probably they've been murdered or drowned. Perhaps they just decided to quit and took some bizarre way out. Made it interesting enough to get in the news.

But that doesn't happen often. Most of the time you sit and doze and tap, tap on your typewriter and wish you were home in bed.

Iván Teruel: Hermanastros



Contemplo el pulso firme de sus manos de niño: con una sujeta el gorrión y con la otra sostiene el alfiler con el que atraviesa sus ojos. Esa es la primera escena que parpadea en mi cerebro agónico. Se diluye. Siento mis ojos a punto de reventar. Se desliza otro recuerdo. Este sin dibujo. Solo un olor y un sabor acres, el de su entrepierna adolescente. Y el apremio de su mano en mi nuca. Y la náusea incontenible después. El contorno de otra imagen barre ese recuerdo ciego: es un envase envuelto en llamas. Hay una rana viva dentro. Volvemos a ser pequeños.
......
Ahora irrumpen algunas palabras suyas, inestables y rendidas, ya adultas, con un murmullo de fondo. Estamos en un bar. Y la voz traza una herida que supura: me habla de un tío suyo, de su primera niñez y de un dolor puntiagudo en el culo. Mi dolor, el de ahora, el de mis ojos, es esférico. Pienso: hay una geometría del dolor. Ya no pienso. Solo veo un relampagueo nervioso y fulminante: su mano derecha sacándome de un canal; su puño izquierdo crujiendo contra un pómulo; sus nudillos tocando tantas veces mi puerta; las yemas de sus dedos demorándose en mi cuerpo. Sus manos, siempre sus manos. Las mismas que me han acariciado antes. Las mismas que se han abalanzado sobre mi cuello después, tras mis palabras. Las mismas que ahora acaban con mi vida de la única forma en que podían hacerlo. Aplastándola.

Margaret Atwood: Starlet sex scandal




Starlet sex scandal. Giant squid involved.


Tales of Mystery and Imagination