Medita el mono
a lo largo de la noche
¿Cómo atrapar la luna?
Masaoka Shiki
Haga usted algo, doctor ‒le ruega Leocadia a Arrieta‒. Va cada día a peor. Ahora, además de estas figuras repulsivas de las paredes, dibuja mozos con alas en los papeles. Se ha significado tanto y es tan difícil la relación con la corte… Imágenes del demonio... Quién sabe lo que podría pensar la Santa Inquisición si las vieran.
Está bonita esta noche, ¿verdad? ‒señala fascinado a la luna‒. A usted se lo cuento, Arrieta, porque, además de amigo, es hombre de ciencia. Sabrá entenderlo. Todo visionario parece loco a los ojos de este mundo podrido que prohíbe soñar. Pero yo no pretendo un pueril juguete, un ingenio con el que revolotear sobre este reino miserable como un murciélago ciego. No. Hay que escapar de esta tierra estéril, lejos de sus limitados hombres. Muchos lo han ido anunciando hace tiempo. Dejando mensajes para quien quisiese verlos. El Bosco, da Vinci…. Quizá los más avispados nos estén esperando ya allí arriba.
Goya, súbitamente rejuvenecido, mira esperanzado hacia el cielo. Ya no escucha el soliloquio de Arrieta: “La Luna es un lugar terrible, escarpado. Apenas hay aire y el frío te mataría. Sin embargo en…”
—La Luna no desea quemarte; puedes mirarla todo el tiempo. Está hecha de nácar y sus edificios son de coral: domos colosales adonde acuden los grandes pensadores de todas las épocas. En la Luna no vuelan las balas de cañón, por lo que no caben las guerras y el oxígeno no arde. ¡Adiós a la Santa Inquisición!
El doctor trata de apagar sus requiebros con linimentos y paños calientes.
—Estás delirando, amigo. Son las fiebres.
—¡Llévame contigo, bella Asmodea! ¡Llévame contigo más allá de Nínive, hasta aquella gran roca en la Luna!
Era el 16 de abril de 1828. Nadie pareció distinguir la figura embozada en rojas sedas que aguardaba posada sobre el alféizar.
The long night
monkey dreams how to
catch the moon.
Masaoka Shiki
“Please, doctor, do something!” Leocadia begs Arrieta. “He gets worse every day. Now, besides these repulsive figures of the walls, he draws winged youths on paper. He has drawn too much attention to him and the relationship with the court has become so difficult... Images of the devil... Who knows what the Holy Inquisition would think if they saw them.”
“It is beautiful tonight, right?” He points to the moon fascinated. “I tell it to you, Arrieta, because, besides being my friend, you are a man of science. You will understand. All visionaries seem crazy in the eyes of this rotten world that forbids to dream. But I do not want a childish toy, a device with which hover over this miserable kingdom as a blind bat. No. We must escape from this barren land, far from its limited men. Many have been predicting this for a long time. Many have been announcing this for a long time, leaving messages for those willing to see them. Bosch, da Vinci.... Perhaps most astute men are already waiting for us up there.”
Goya suddenly rejuvenated, hopeful looks heavenward. He no longer listens to Arrieta's soliloquy: “Moon is a terrible, rugged place. There is hardly any air and cold would kill you. However...”
“Moon does not want to burn you; you can look at it all the time. It is made of mother of pearl and its buildings are of coral: colossal domes where the great thinkers of all ages meet. Cannonballs do not fly on the Moon, so there is no place for wars and oxygen does not burn. Farewell to the Holy Inquisition!”
The doctor tries to quell his compliments with liniment and warm compresses.
“You are raving, my friend. It is due to fevers.”
“Take me with you, beautiful Asmodea! Take me beyond Nineveh, up to that great rock on the Moon!”
It was April 16, 1828. No one seemed to notice the figure cloaked in red silks, waiting perched on the windowsill.
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