Luz en casa de los Gómez. Algo pasa. En el barrio los vecinos, para ahorrar, siempre avanzan a tientas entre tinieblas, iluminados únicamente por la TV.
–Al regresar de la cantera se sentó ante la pantalla. Y ahí sigue. Ni su ración de mortadela diaria ha probado –explica la anciana mirando al galeno a través de la vaporosa loncha intacta.
El anciano se diría catatónico.
–Le ha dado un chungo. El diagnóstico parecerá poco científico, pero me ahorra complejas aclaraciones que usted, marginada social por su nacimiento en el seno de la clase media, privada del privilegio de los estudios superiores, no entendería.
–¿Costará mucho el tratamiento? –la mujer se dirige resignada al cajón que custodia el poco dinero escapado al colapso de los bancos. Sabe que para ellos vivir siempre tiene un precio.
–Un riñón. Literalmente; en estos días los hospitales andan escasos de órganos.
Ajeno a su destino, el anciano sueña un paraíso donde aún hay jubilación, sanidad y educación públicas; donde se desconocen las cartillas de racionamiento… De repente el calvo de la lotería, no trajeado sino medio desnudo, convertido en chamán amazónico engalanado con vistosas plumas de ave, sale de la pantalla del televisor. “No existe la suerte: el mundo está en tus manos”, asegura. Entonces, cumpliendo un liberador ritual de iniciación, le sopla el polvo mágico a la cara. El insólito antídoto escuece. Pero también le abre los ojos, despertándole de su habitual letargo.
“Desde entonces miles de peregrinos visitan cada año este humilde apartamento. Según los historiadores justo aquí comenzó la epidemia que originó el cambio. Ése fue sólo el comienzo. Los enfermos, antes dóciles muñecos, se transformaron en feroces guerreros. Y el contagio, ahora de signo contrario, se extendió imparable por los barrios, por las ciudades, por los países…”, explica enardecido el guía.
There is a light on in the Gomez family home. Something is happening. In the neighbourhood the neighbours, to save, always go groping around in darkness, illuminated only by the TV.
−On his return from the quarry he sat in front of the screen. And he is still there. He has not even tasted his daily ration of bologna −explains the old woman looking to the doctor through the flimsy slice still intact.
The old man seems catatonic.
−He cracked up. The diagnosis may seem not very scientific, but it allows me not to provide you complicated explanations that you, a social outcast because of your birthing within the middle class, deprived of the privilege of higher education, would not understand.
−Does treatment cost a lot of money? The woman, resigned, walks to the drawer which keeps the little money saved from the collapse of the banks. She knows for them life always comes at a price.
−A kidney. Literally, these days the hospitals are short of bodies.
Unaware of his destiny, the old man dreams a paradise in which there are still retirement pension, public health and education, in which ration cards are unknown… Suddenly the lottery’s bald man, not dressed but half naked, become an Amazonian shaman adorned with colourful feathers, leaves the TV screen. "Luck does not exist: the world is in your hands," he says. Then, performing a liberating initiation ritual, he blows magic dust in the old man’s face. The uncommon antidote burns. But it also opens the old man’s eyes, awakening him from his usual lethargy.
"Since then thousands of pilgrims have visited every year this humble apartment. According to historians epidemic that caused the change started right here. That was just the beginning. Sick people, before meek puppets, became fierce warriors. And the infection, now of opposite sign, unstoppably spread through neighbourhoods, cities, countries ..." explains impassionedly the guide.
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