Antes eran hombres, hombres como
nosotros…
La isla del doctor Moreau, H. G. Wells
“Procread y multiplicaos, y henchid la tierra; sometedla y
dominad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo…”. Acostumbra a repetir ese paso de la Biblia mientras
el heterogéneo material genético se funde en las probetas.
Pero ese laboratorio no es un templo. Y de serlo,
se habría erigido en honor a un dios cruel, preocupado únicamente por sus
mezquinos intereses, siempre ávido de nuevos sacrificios. En las paredes, en
nichos excavados sobre el pretendido blanco, tarros con fetos de rasgos zoomorfos
que antaño se habrían considerado monstruos. Un macabro homenaje a los orígenes
del mayor programa de ingeniería genética y social.
“Sobrevive el que se adapta al cambio”, afirma el
director del proyecto. Quizá esté jugando con él. Puede que lo hayan descubierto.
Disponen de tantos informantes…
De regreso a casa, en los sórdidos suburbios que
se extienden más allá del perímetro de seguridad, compra bajo la lluvia ácida, en
uno de tantos puestos ambulantes, tallarines. No tiene tiempo que perder; le
espera una larga noche de trabajo.
En su pasillo hace cola una variopinta multitud: humanos
mejorados para la gloria del Estado y el óptimo funcionamiento del sistema. Branquias
para los operarios de las plataformas petrolíferas; alas para los albañiles
asignados a la construcción de los rascacielos desde donde la élite dirige sus
destinos; enormes y sensibles pabellones auditivos para los zapadores ‒ciegos‒
encargados de excavar el laberinto subterráneo que alberga los niveles más
desfavorecidos del desgarrado tejido social...
Aunque no podrá revertir la manipulación genética
que les dio vida, procurará paliar sus secuelas con cirugía y tratamientos
farmacológicos.
Nadie en su sano juicio se habría arriesgado
tanto; pero, cuando el primero apareció pidiendo ayuda, no pudo negarse. Al fin
y al cabo, es médico. Por eso, aunque hace tiempo que no duerme y sabe que un
día la policía llamará a la puerta, de su boca, en lugar de reproches, sólo
sale la palabra que todos esperan: “¡Siguiente!”.
They
were men, men like yourselves…
The Island
of Doctor Moreau, H.
G. Wells
“Be fruitful and multiply and fill
the earth and subdue it, and have dominion over the fish of the sea and over
the birds of the heavens…” He used to repeat that passage of the Bible while the heterogeneous genetic material is
mixed in the test tubes.
But that laboratory is not a temple. And if it
was, it would have been erected in honor of a cruel god that only cares about
his small-minded self-interest, always eager for new sacrifices. On the walls,
in niches excavated on the fake white, jars with fetuses of zoomorphic features
that once would have been considered monsters, a macabre homage to the origins
of the most important genetic and social engineering program.
“Only the one that adapts to change survives,”
says the project director. Maybe is playing with him. They may have discovered
all. They have so many informants...
Back home, in the sordid suburbs that extend beyond
the security perimeter, he buys noodles under the acid rain, in one of the many
street food stalls. He has no time to lose; a long night of work awaits him.
In his corridor a motley crowd gathers: humans
improved for the glory of the State and the optimal functioning of the system.
Gills for the operators of the oil platforms; wings for the builders assigned
to the construction of the skyscrapers from where the elite manages their fates;
enormous and sensitive ears for the sappers
— blind — in charge of excavating the
underground labyrinth that is home to the most disadvantaged levels of the torn
social fabric...
Although he will not be able to reverse the
genetic manipulation that gave them life, he will try to alleviate its sequels
with surgery and pharmacological treatments.
No one in their right mind would have risked so
much; but, when the first one appeared asking for help, he could not refuse.
After all, he's a doctor. That is why, although he has not been sleeping for a
long time and he knows that one day the police will knock at the door, from his
mouth, instead of reproaches, only the word that everyone expects comes out:
“Next!”
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