Todos los niños crecen, excepto uno.
James Matthew
Barrie, Peter Pan
La realidad no es lo mismo que la verdad
‒respondió el general‒. La realidad son sólo detalles.
Sándor Márai, El
último encuentro
El estruendo precede
a un fogonazo tan intenso como fugaz. Luego, una indescriptible quietud. Se encuentra
en un paraje familiar, un denso bosque salvaje. Un lugar donde la noble
barbarie no ha de temer las intrigas de la artera civilización. En ese paraíso
pagano no cabe la culpa cristiana; allí cada hombre es dueño de su destino, de
su vida y su muerte. Aunque el sendero parece estrecho, la vegetación se abre a
su paso.
Con andares
felinos, el caminante, el joven de semblante afable y cuerpo musculoso en el
que nada recuerda su infancia enfermiza, emprende viaje hacia su destino. En
sus expertas manos la pesada espada se diría una pluma.
El sol
comienza a ponerse tras el denso muro vegetal. Las sombras crecen y parecen
acechar, pero no siente temor. Nada pueden ya contra él los espíritus malignos
ni los demonios de la mente. No perderá la cabeza. Está en su reino, donde él
es dueño y señor, donde le espera su recompensa y la gloria. Porque él, que ha
penetrado tantas veces en lo desconocido con paso firme, sabe que en efecto
existe otra vida más allá de la muerte. Una eterna. Su brillo no será un
efímero fuego fatuo: él no se marchitará bajo los efectos del tiempo. El héroe
permanecerá para siempre eterno en su recio vigor. Sus cenizas no se
dispersarán en el viento sin dejar memoria de sí. No hay remordimiento ni pesar.
Cuanto ha vivido le basta: es mucho más de lo que la mayor parte de los
mortales podría soñar a lo largo de una longeva ‒y tediosa‒ existencia.
Aunque no es
un mercader adinerado sino un guerrero que alquila su brazo para sobrevivir, no
ha renunciado a defender las causas más justas. Porque no se considera un
mercenario sin escrúpulos; nunca se ha arrodillado ante los crueles ídolos que
juzgan y censuran para ganarse el caprichoso favor y cambiar así su incierta suerte.
En esa tierra
fronteriza, a orillas del antiguo río más allá del cual no es juicioso avanzar,
pues quien se aventura a atravesarlo rara vez encuentra el camino de regreso,
se enfrentará con honor a su última aventura. En breve cruzará el confín más
extremo.
All
children, except one, grow up.
James Matthew
Barrie, Peter Pan
“Facts are not the
truth,” retorted the General. “Facts are only one part of it”.
Sándor Márai, Embers
The rumble precedes a flash as bright as fleeting.
Then he feels an indescribable peacefulness. He is in a familiar spot, a dense
wild forest, and a place where the noble barbarism does not need to fear the
intrigues of the wily civilization. In that pagan paradise there is no room for
Christian sin; there every man is the master of his own destiny, his life and
his death. Although the path seems narrow, vegetation opens as he passages.
With cat-like gait, the walker, the friendly face young
man with the muscular body in which nothing remembers his sickly childhood,
embarks on a journey towards his destiny. In his expert hands the heavy sword
looks like a feather.
The sun begins to set behind the dense vegetal wall. The shadows grow and seem to stalk, but he does not feel fear. Evil spirits and demons of the mind have no longer power over
him. He will not lose his head. He is in his kingdom, where he is the
lord and master, where his reward and glory awaits him. Because he, who has
penetrated so many times into the unknown with firm steps, is in fact aware of
the existence of another life beyond death, an eternal one. His brightness will
not be an ephemeral will-o'-the-wisp: he will not wither under the influence of
time. The hero will forever remain eternal in his hardy vigor. His ashes will
not disperse in the wind without leaving a memory of himself. There is no
remorse or regret. What he has lived is enough: it is much more than most
mortals could dream of in a long—and tedious—existence.
Although he is not a wealthy merchant but a
warrior who rents his arm to survive, he has not given up on fighting for the
most just causes. Because he does not consider himself to be an unscrupulous
mercenary; he has never bowed the knee to the cruel idols that judge and
censure to win the capricious favor and thus change his uncertain lot.
In that border land, on the banks of the old river
beyond which it is not wise to move forward, since whoever ventures going
through it rarely finds the way back, he will face his last adventure with
honor. Soon he will cross the most extreme frontier.
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