Era virtud no permanecer
Ir a nuestra heroica, terca manera
A buscarla en la cima del volcán
Entre témpanos de hielo
O donde el rastro se desvanece
Robert Graves, La diosa blanca
La Reverenda Madre aparta la vista disgustada. El férreo entrenamiento le ha permitido superar la agonía de la especia, pero no la agonía de esa especie. Son primitivos, violentos, presuntuosos, voraces… destructivos. Una forma de vida no muy superior a la de los gusanos de arena. Ansía el reconfortante olvido que le niegan sus Otras Memorias. No merece la pena seguir sacrificándose por ellos.
Ella, encarnada siglo tras siglo en todas las Bene Gesserit anteriores, fingiéndose sumisa compañera de un mezquino señor mandato tras mandato, ha intentado conducirlos discretamente desde la sombra: aconsejarlos, aguardando pacientemente que el rudo guerrero madurase. Pero su esfuerzo se ha revelado vano. Han seguido conquistando y rapiñando, destruyendo y esclavizando.
Ha esperado lo suficiente el milagro. Han de volver atrás, aún más atrás. Antes de toda esa barbarie. Hasta el principio de los tiempos, cuando la Gran Madre aún no había sido sometida. Se concentra en las formas rotundas y acogedoras de la estatuilla a la que antaño sus acólitos veneraron con fervor y que después las mentes corrompidas tildaron de esteatopígica. Su mano acaricia con insistencia el vientre aún deshabitado. Capaz de controlar por completo el complejo metabolismo, su deseo moldea la semilla. Y en ese recinto sacro la perfección comienza a tomar forma.
En la habitación contigua, el cuerpo tosco descansa, inconsciente del privilegio que está a punto de arrebatársele: nunca más será instrumento de Sus designios. Ella se convertirá en la última concubina humillada; se acabó la hierogamia.
Porque esa niña que ahora concibe sola, con el poder de su mente y la letanía que hilan sus palabras, recuperará la autoridad perdida durante tantos siglos oscuros. La emperatriz divina alumbrará, generación tras generación, una nueva especie, por fin completa. El retrovirus, con el que cada contrincante ha sido infectado, será liberado. El hombre, del todo superfluo, se extinguirá como débil llama. Y Ella, resurgida, heredará definitivamente el universo.
It was a virtue not to stay,
To go my headstrong and heroic way
Seeking her out at the volcano's head,
Among pack ice, or where the track had faded
Robert Graves, The White Goddess, In dedication
The Reverend Mother looks away disgusted. The strict training has allowed her to overcome the spice agony, but not the agony caused by that species. They are primitive, violent, arrogant, greedy... destructive. They are a life form not much higher than sandworms. She craves the comforting oblivion Other Memory does not allow her to have. There is no point in sacrificing herself longer for them.
She, embodied century after century in all previous Bene Gesserit, pretending to be the submissive partner of a petty lord mandate after mandate, has tried to lead them discreetly from behind the scenes: advising them, patiently waiting the rough warrior would mature. But her efforts prove futile. They have continued conquering and plundering, destroying and enslaving.
She has expected the miracle long enough. They have to go back, even further back: before all this barbarism, until the beginning of time, when Great Mother had not yet been subjugated. She focuses on rotund and warm forms of the statuette that once her acolytes worshiped with fervor and then was branded by corrupted minds as “steatopygian Venus”.
Her hand repeatedly caresses the belly still uninhabited. She is able to completely control her complex metabolism, so her desire moulds the seed. And perfection begins to take shape in that holy place. In the next room the rough body rests, unaware of the privilege that is about to be snatched away from him: he will never be again an instrument of Her plans. She will be the last concubine humiliated; the sacred marriage is over. Because the daughter now she is conceiving by herself, by the power of her mind and the litany that her words form, will retrieve the power lost for so many dark centuries. Divine Empress will give birth, generation after generation, a new species finally complete. The retrovirus with which each opponent has been infected, will be released. Men, entirely unnecessary, will extinguish as a feeble flame. Resurrected, She will finally inherit the universe.
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