Los jardines del cementerio eran los más hermosos del pueblo, siempre umbríos y floridos, sembrado de esculturas barrocas y adornado de cipreses majestuosos y soñolientos. Contra la opinión de todo el mundo, el alcalde lo convirtió en parque público y mandó construir un crematorio municipal, según el plan urbanístico y sus ideas de progreso. Pero entonces los jardines comenzaron a secarse y los vecinos protestamos al ayuntamiento, porque el viejo cementerio se volvió un lugar poco recomendable donde la mala vida crecía como la mala hierba. El alcalde organizó una cuadrilla de jardineros que trabajó de sol a sol, mas el cementerio siguió siendo un sitio peligroso porque algunos drogatas y travestones continuaron desapareciendo entre sus árboles y mausoleos. Los cipreses languidecen y el verdor de los jardines se extingue poco a poco. El alcalde no se entera y ahora quiere remover la tierra para instalar sistemas de riego. Tendremos que sacrificarlo igual que al anterior.
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