Narciso iba paseando por el campo cuando, de pronto, vio que algo lo miraba.
Era un ojo de la naturaleza, un ojo del suelo, ojo de agua serena y sonriente; y miró al ojo con sus ojos y, de pronto, también se miró dentro de él. Y vio que él era de la naturaleza madre, como es un hijo.
Entonces se echó en el seno maternal, como un hijo que era, y se hundió para siempre, en la madre de la que había salido, como en un sueño universal.
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