Tales of Mystery and Imagination

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Salomé Guadalupe Ingelmo: Regusto Añejo / Stale Aftertaste

Salomé Guadalupe Ingelmo, historias de vampiros, escritores españoles, Kim Newman, literatura española de terror, miNatura, Saco de Huesos Ediciones, Santiago Eximeno, Juan Laguna Edroso




Dedicado a todas las víctimas de la voracidad desmedida


Los tiempos han cambiado mucho: ahora incluso los de su posición pueden caer en desgracia. Contempla las paredes desconchadas del pequeño apartamento. De la antigua gloria sólo le quedan los títulos, el acento extranjero y su siervo, fiel a pesar de no haber cobrado jamás un sueldo. Lloraría. No de pena, sino de rabia; este mundo insolente no nutre respeto por nada. Lejos del temor reverencial de antaño, ya sólo se le reserva indiferencia y olvido. Lloraría, pero “los hombres nunca lloran”, decía su padre. Y según sospecha él, tampoco lo hacen los monstruos. Así que bebe para olvidar, más que por verdadera gula. Le hastía la vida: el tiempo es una cárcel para quien no tiene con qué llenarlo.
–Renfield… –llama mientras le tiende el lujoso cáliz recuerdo de familia.
El líquido denso abandona el cuerpo de la muchacha. La devolverá a las calles donde la encontró después, cuando nada le quede por ofrecer. Vagabundas, drogadictas, prostitutas… Gentes perfectamente prescindibles. Es consciente de la imprudencia que comete, pero no están los tiempos para escrúpulos.
Piensa en su amado tokay y en todos los reputados caldos que disfrutó en esa otra vida cálida que ya casi no recuerda. De todas las cosas que nunca volverá a saborear, es el vino lo que más añora. Vendería su alma a cambio de poder abandonar la repugnante dieta a la que se ve sometido. Pero él ya no tiene alma que vender. Más de quinientos años consumiendo esta porquería, se dice sin poder reprimir una mueca de disgusto. Mientras, contempla hipnotizado cómo, en la pantalla de un televisor casi tan obsoleto como él, la mujer sin color descorcha una botella. Todos brindan con entusiasmo inconsciente por el nuevo año.
–¿Basta ya? –pregunta su siervo, confuso por el equivoco gesto.

–Sí, basta ya –confirma ausente. Lo sabe: por delante, sólo la sed roja, eterna. La minúscula lágrima, una imperceptible gota casi negra, resbala por su mejilla reseca.





Dedicated to all victims of the unbridled greed


Times have greatly changed: now even people of his rank may fall from grace. He looks at the peeling walls of the small apartment. From the former glory he only retains the titles, his foreign accent and his servant, faithful even though he has never taken a salary. He would cry. Not because of grief, but anger, this insolent world does not nourish respect for anything. Far from reverential fear of former times, they just reserve for him indifference and oblivion. He would cry, but "men never cry," use to say his father. And as he suspects, neither do the monsters. So he drinks to forget, rather than because of true gluttony. Life bores him: time is a prison for those who have nothing with which to fill it.
“Renfield”... he calls as he tends the luxurious goblet, a family keepsake.
The dense liquid leaves the body of the girl. He will take her back to the streets where he found her later, when she no longer has anything to offer. Homeless, drug addicts, prostitutes ... perfectly dispensable people. He realizes it is unwise to act in this way, but these times are not the times for squeamishness.
He thinks of his beloved Tokay and all reputed wines he enjoyed during that other warm life he barely remembers. Of all the things he will never taste again, wine is what he misses more. He would sell his soul in exchange for leaving the disgusting diet to which he is subjected. But he no longer has a soul to sell. More than five hundred years eating this rubbish, he tells himself unable to repress a grimace. While he observes mesmerized how, in the screen of a television almost as obsolete as he, a colorless woman uncorks a bottle. Everyone toast with unconscious enthusiasm to the new year.
“Enough?” asks his servant confused by the ambiguous expression.
“Yes, enough” he confirms absent. He knows what lies before him: only the red thirst, eternal. A tiny tear, a nearly imperceptible black drop, slides down his dry cheek.

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