El combatiente alcanzó a sonreír, satisfecho, antes que las balas del terror lo aplastaran contra esa tierra ya empapada en sangre nueva, en sangre vieja, en sangre…
Muchos años después, un niño pasó por aquel sitio y cortó una flor roja… muy bella, muy roja; la contempló tranquilamente durante unos minutos, la guardó después en su mochila y, tras reacomodarse el fusil al hombro, continuó su marcha.
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