Ahí donde se queman libros se acaba quemando también seres humanos.
Heinrich Heine, Almansor
Ante sus ojos horrorizados, la bárbara purga continúa. Lenta, pero inexorable. Los hombres uniformados, como aliviados de un peso insoportable, se deshacen metódicamente de su pasado. Sin embargo no hay regocijo en sus rostros inexpresivos. Sencillamente cumplen órdenes. Para cuando la grabación acaba, él ha tomado ya una determinación. No puede dar la espalda a sus responsabilidades.
El Nuevo Testamento, El Quijote, Los miserables, 1984, Un mundo feliz… Uno tras otro van desapareciendo en el horno crematorio.
Primero fue el papel. Luego, los CD y las memorias portátiles. Y así cada nuevo soporte, hasta que ya sólo quedó uno. El más sofisticado y sagrado; el supremo tabernáculo. Porque ellos son los últimos guardianes de la palabra, los únicos custodios de la memoria. Y no están dispuestos a rendirse. Quien deja arder su pasado, sólo puede encontrar cenizas en su futuro.
“Has de darte prisa; no queda mucho tiempo. Han descubierto tu identidad y pronto te darán caza”.
Guy se dirige por última vez al altar y apoya su mano sobre el metacrilato. “El Bombero, Galaxy, 1951”, lee inconscientemente en voz alta. Los hermanos lo toman por un rezo. El papel amarillento, probablemente el último que quede en el mundo desde hace siglos, se diría una piel madura. La reliquia le infunde valor. Comprende que todos formamos parte de un proyecto. Un tejido cuya integridad siempre habrá alguien dispuesto a defender. Un organismo en el que él seguirá viviendo.
Busca su zócalo con el índice y le ofrece el otro extremo del cable a su compañero. En pocos minutos la transferencia habrá acabado. Sólo un pequeño cosquilleo en la base del cráneo y todo cuanto su predecesor le legó un día seguirá a salvo. Entonces estará preparado para el fuego.
Wherever they burn books, eventually they will burn people too.
Heinrich Heine, Almansor
Before his horrified eyes, the barbaric purge continues. Slowly but inexorably, the uniformed men, as released from an unbearable burden, methodically get rid of their past. However there is no joy in their expressionless faces. They simply follow orders. By the end of the recording, he has already taken a decision. He can not turn his back on his responsibilities.
The New Testament, Don Quixote, Les Miserables, 1984, Brave New World ... One by one they disappear into the incinerator.
First the paper, then CDs and memory sticks. And then each new support until only one left. The most sophisticated and sacred one: the supreme tabernacle. Because they are the last keepers of the word: the only custodians of memory. And they are not willing to surrender. Whoever lets burn his past, can only find ashes on his future.
"You will have to hurry, not much time left. They have discovered your identity and soon they will hunt you. "
Guy goes for the last time to the altar and puts his hand on the methacrylate. "The Fireman, Galaxy, 1951", he reads aloud unconsciously. The brothers take his words for a prayer. The yellowed paper, probably the last one left in the world for centuries, it seems a mature skin. The relic instills courage in him. He understands that we are all part of a project, a fabric whose integrity will always be someone willing to defend, an organism in which he will live on.
He seeks his socket with his forefinger and gives the other end of the wire to his comrade. In a few minutes the transfer will be over. Just a little tingle at the base of the skull and everything his predecessor bequeathed to him one day will be safe. Then he will be ready to the fire.
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