Cuando salió del bar, llovía copiosamente. Sonrió
Al menos hoy al llegar a casa podrá anotar en su diario dos hechos. El primero- a título informativo-, la sorpresiva lluvia. (Ciertos meteoros dan mucho de sí: los reflejos sobre el asfalto mojado; el ruido de los canalones; las carreras de los transeúntes en busca de un taxi; el mendigo de la Plaza de santa Ana, cubierto con un plástico transparente). Nada como la lluvia para exaltar la metáfora.
La segunda anotación, escrita por supuesto, requerirá para su redacción un tacto especial y no más de cinco o seis palabras. Los detalles habrán de recuperarlos otros. A él le basta con marcar el suceso: “Esta tarde he asesinado a Laura”.
Después, una cena ligera y un libro.
Sonrió mientras bajaba muy despacio la escalera del aparcamiento.
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