Todos los días a la misma hora, Milagros daba a luz un cadáver. Los médicos se contradecían en sus diagnósticos y las funerarias de la ciudad hacían el agosto. Muy pronto el cementerio se quedó pequeño y tuvieron que enviar a los recién fallecidos a otras ciudades colindantes. Con el paso del tiempo no quedó lugar para los vivos.
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