Tales of Mystery and Imagination

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Horacio Quiroga: El Síncope Blanco



Siempre he sido una persona saludable en cierto modo, esta vez es de las pocas que he estado enfermo, pero no es grave como puede afirmarlo mi médico, tengo que someterme a cirugía, pero no hay problemas de que quede en la mesa de operaciones dicen ellos, dicen que en mi familia las afecciones cardiacas son como una maldición, pero que soy de los afortunados en salvarse de ellas.

Cientos de análisis después me tienen ahora en la mesa, preparando todo para la operación, el anestesiólogo me pone el paño bañado en cloroformo en el rostro, siento ese nauseabundo olor y ese dulce sabor en mi boca, luego la oscuridad me engulle en su frialdad.

Cuando despierto me veo en un campo lleno de neblina por el cual desfilan una enorme cantidad de personas, casi todas ellas con batas de hospital y también parecen saber a dónde dirigirse. Como no tengo idea de lo que hago en ese lugar sigo a la multitud hasta que llegamos frente a un par de edificios, parecían ser templos griegos, ahí se dividía la multitud; mientras que unos pocos se iban hacia el más pequeño otros se iban al más grande, obviamente la cantidad de la gente era lo que me impresionaba, pues eran miles por lo menos.


-¡Avance! ¿No ve que detiene a los que si tienen claro a donde ir? –Me dijo un tipo vestido de guardia de seguridad, traía lentes oscuros y el cabello en punta, se removió los anteojos para verme mejor, por lo que pude ver un par de ojos violetas como los míos.

-Disculpe si lo entretengo, pero ¿dónde estamos? –Me miró con fastidio, propio de alguien que ya tiene demasiado tiempo en un cargo.

-Ustedes los espíritus nos hacen trabajar más de la cuenta, deberían de leer los señalamientos –Suspiró por fin y me señaló el edificio pequeño – ¿Ve lo que dice ahí?

Mire hacia donde me indicaba dejando de lado la duda de lo que acababa de decir sobre los espíritus, ahí en el frente justo arriba de la puerta se podía apreciar un letrero de decía: SÍNCOPE BLANCO.

-Este lugar es un limbo entre la vida y la muerte, los que van a ese edificio son los que han muerto debido a la anestesia, mientras que los que van a aquel otro –Señaló el edificio más grande que tenía escrito SINCOPE AZUL- Son los que se debaten entre la vida y la muerte, esos tienen aún alguna posibilidad de regresar con sus seres queridos.

Del edificio del síncope blanco se desprendía una aterradora sensación de paz y un aroma como a tierra mojada. El guardia me apresuró hacia el edificio del síncope azul, ahí había una multitud esperando sentados a saber su destino, al entrar se me dio un papel pequeño con un número y me pidió sentarme a esperar. Me fijé en el lugar, las personas que ahí estaban parecían estar arreglando asuntos sin importancia y veían hacia los guardias para ver de donde los llamaban, algunos de los números eran cantados de de puerta principal, seguramente los que iban de regreso a sus vidas en la tierra, mientras que otros eran llamados desde una puerta lateral que dirigía hacia el otro edificio, de esa puerta se podía sentir esa sensación de aterradora paz, los que tal vez murieron durante la resucitación.

Esperé lo que parecieron ser varias horas, no pude saber si en ese mundo fantasmal se podría contar el tiempo, de un momento a otro un muchachito rubio de cabellos largos y ojos de un increíble color dorado se sentó a mi lado a esperar a que cantaran su número al igual que los demás. Parecía estar bastante apurado, por lo que esperaba algo inquieto, me decidí a hablar con él pues su singular belleza me había cautivado, ese aire angelical que desprendía, esa piel tostada por el sol que llamaba a ser probada por mis labios, sus piernas que quedaban al descubierto gracias a la bata verde del hospital eran tan perfectas que daban ganas de acariciarlas con el mayor de los cuidados para no maltratar tal obra de arte.

-Algo fastidiosa la espera ¿verdad? –Le dije llamando su atención.

-Sí, un poco –Me dijo con una voz suave y algo tímida, me regalo una linda sonrisa al momento de terminar su corta respuesta mostrando sus dientes como perlas.

-Lamento de mi descortesía, mi nombre es Envy- Me presenté para romper un poco más el hielo y hacerlo sentir cómodo y en confianza.

-Soy Edward, me puedes decir Ed, mucho gusto. –Me dijo con el mismo semblante alegre y simpático que tenía.

Después de ese momento estuvimos conversando por lo que parecieron ser horas hasta que uno de los guardias del lugar llamó al joven al parecer para mandarlo a su destino. Pero al ir avanzando a la salida hubo cierto problema al parecer, pues otro guardia se acercó a mi acompañante, lo único que alcancé a escuchar en la discusión entre los dos guardias fue:

-Ha habido un error, los guardias de abajo deberían hacer bien su trabajo y no estar aumentando el nuestro, habrá que ver que pongan más atención a lo que hacen.

Vi pues como Ed se iba por la puerta de entrada, espero volver a la tierra con vida para volverlo a ver, es aquella persona que he estado esperando toda mi miserable vida, me quedo pues sentado esperando a que de alguno de los dos lados canten mi número, después de un tiempo dejé de ver la enorme sala abarrotada para despertar en un cuarto de hospital, la blancura del lugar y el olor a medicamentos delataban ese hecho, miré a mi alrededor buscando a alguien de mi familia o en su defecto a alguna enfermera que me pudiera facilitar mi ropa, quiero salir de este lugar para buscar a aquel chico con el sol en los ojos, tantos deseos tengo de que sea mío y comparta la vida conmigo.

-¡Al fin has despertado muchacho, creí que te nos ibas! –Dijo mi médico en un tono por demás bonachón, éste era de edad madura, con algunas canas y el rostro amable, su nombre es Marcoh.

-¿Qué pasó? –Dije aun algo somnoliento, los efectos no parecían querer irse pronto.

-Pues que casi al terminar con la operación algo salió mal y entraste en…

-¿Síncope azul? –Completé algo lento, pero seguro de mis palabras.

-En efecto chico, logramos salvarte a duras penas, al parecer es cierto eso de “hierba mala nunca muere”

Mi médico seguía hablando de los pormenores de la operación, pero mi mente seguía en aquel lugar etéreo, con aquel chico de rubios cabellos. ¿Estaríamos los dos en el mismo hospital o en diferentes lugares del mundo separados por las distancias entre países o entre continentes?

-Disculpe –Interrumpí a mi doctor –De casualidad han operado a alguien más el día de hoy?

-¿A qué se debe tan repentina pregunta?

-Complázcame por esta vez y acláreme esa duda. –Dije con un claro deje de impaciencia.

-Pues aparte de ti hemos intervenido a un anciano y a un jovencito un poco más joven que tu, al anciano lo…

-El anciano no interesa, tan solo infórmeme del chico –Interrumpí nuevamente a Marcoh.

-Calmado muchacho, aun estas convaleciente como para que hagas uso de esas energías, guárdalas para una pronta recuperación –Dijo en tono amable el hombre frente a mí. –El chico fue una operación sin complicaciones aparentes, lamentablemente tuvo el mismo problema que tu, entró en síncope…

-Azul ¿cierto? Dígame el numero de la habitación en la que se encuentra, cúmplame ese caprichito por favor –Dije suplicante.

-Se equivoca jovencito, ese chico murió y debe estar ya c amino a la funeraria, no soportó la anestesia y entró en síncope blanco, fulminante como ya debes saber.

-¡¡Eso no es posible, fue síncope azul, usted debe estar en un error, revise!! –Dije bastante alterado ya y casi levantándome de la cama, sólo que el médico me retuvo no sin esfuerzo claro.

-¡¡¡Cálmate ya!!! No se de dónde sacas tus diagnósticos clínicos, pero estoy más que seguro que fue síncope blanco, ni el intento hicimos ya de salvarlo pues era causa perdida –Dijo ya bastante contrariado mi pobre médico.

Estuve a punto de continuar la discusión cuando me volvió a la cabeza la imagen de los guardias discutiendo y las palabras “hubo un error”… Entonces el error estuvo en que él nunca debió haber entrado en ese edificio, sino que debió ir directamente al del síncope blanco, había muerto en la mesa… no pude creerlo, no quise creerlo, ese bello ángel, ese hermoso muchachito era sólo un espectro que iba directamente a ese lugar lleno de paz aterradora y olor a tierra húmeda.

Me había enamorado de un muchacho al que no podría volver a ver a menos que muriera en ese mismo instante, desde el momento en el que comenzamos a charlar estaba destinado a no verlo sonreír de nuevo, es algo impactante saber que alguien con un espíritu tan lleno de vida y alegría se viera de pronto en los brazos de la muerte.

Bello doncel con la sonrisa iluminada de pureza e inocencia, te has visto aprisionado por aquellas paredes de mármol blanco, has entrado en aquel pequeño edificio con el letrero que reza: SÍNCOPE BLANCO. Quisiera haber sido yo el que arrancara esa pureza a tu rostro para cambiarla por una carita llena de lujuria, haber profanado tu cuerpo con mis pecados y ensuciarlo con mi esencia llena de pasión, al menos déjame tu cadáver para verlo todos los días, ven a mi fantasma de mis sueños, mismos que me has robado por completo, regresa a la vida amor pálido y frío, calienta mi ser con esas manos congeladas y faltas de movimiento, déjame sacarte del olvido y llevarte a mi morada del pecado, se mío para la eternidad.

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