Sintió pasos en la
noche y se incorporó con sobresalto.
—¿Eres tú,
Cordelia? —dijo.
Y luego:
—¿Eres tú?
Responde.
—Sí, soy yo —le
responde ella desde el fondo del pasillo.
Entonces se durmió.
Pero a la mañana siguiente habló con su mujer que se llamaba Clara —y con su
sirvienta que se llamaba Eustolia.
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