El señor ministro dio un salto en el asiento del coche oficial en que viajaba y agitó la maño por la ventanilla. —¡Me ha visto, estoy seguro de que me ha visto! —dijo—. Fue mi mejor amigo cuando éramos niños. Le he reconocido al instante. Ver su cara me ha traído mil recuerdos olvidados, todo el aroma de una época de mi vida. ¡Dios mío, qué maravilla! Nunca le había vuelto a ver. Tengo su imagen metida en el corazón, sé que hemos sido íntimos amigos, realmente él ha sido mi único amigo en la vida...Pero qué curioso, no consigo recordar ni cuándo ni dónde le conocí. Ni siquiera me acuerdo de su nombre.Éstas fueron las últimas palabras del señor ministro.
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