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Horacio Quiroga
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Horacio Quiroga: El balde
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-¡Señora! -gritó la sirvienta sofocada aún por la rápida ascensión-: son del depósito de abajo. Están enojadísimos con los niños... han ...
Horacio Quiroga: El solitario
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Kassim era un hombre enfermizo, joyero de profesión, bien que no tuviera tienda establecida. Trabajaba para las grandes casas, siendo s...
Horacio Quiroga: Un peón
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Una tarde, en Misiones, acababa de almorzar cuando sonó el cencerro del portoncito. Salí afuera, y vi detenido a un hombre joven, con e...
Horacio Quiroga: Los Destiladores de naranja
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El hombre apareció un mediodía, sin que se sepa cómo ni por dónde. Fue visto en todos los bolichea de Iviraromí, bebiendo como no se ha...
Horacio Quiroga: Los buques suicidantes
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Resulta que hay pocas cosas más terribles que encontrar en el mar un buque abandonado. Si de día el peligro es menor, de noche no se ve...
Horacio Quiroga: El crimen del otro
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Horacio Quiroga pr Marcos Manzi La aventura que voy a contar data de cinco años atrás. Yo salía entonces de la adolescencia. Sin ser lo ...
Horacio Quiroga: El infierno artificial
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Las noches en que hay luna, el sepulturero avanza por entre las tumbas con paso singularmente rígido. Va desnudo hasta la cintura y lle...
Horacio Quiroga: El hijo
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Es un poderoso día de verano en Misiones, con todo el sol, el calor y la calma que puede deparar la estación. La naturaleza, plenamente...
Horacio Quiroga: El gerente
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¡Preso y en vísperas de ser fusilado!... ¡Bah! Siento, sí, y me duele en el alma este estúpido desenlace; pero juro ante Dios que harí...
Horacio Quiroga: Las rayas
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...-"En resumen, yo creo que las palabras valen tanto, materialmente, como la propia cosa significada, y son capaces de crearla p...
Horacio Quiroga: La insolación
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Horacio Quiroga por Gustavo López El cachorro Old salió por la puerta y atravesó el patio con paso recto y perezoso. Se detuvo en la ...
Horacio Quiroga: El perro rabioso
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Horacio Quiroga por Juan Carlos Soto El 20 de marzo de este año, los vecinos de un pueblo del Chaco santafecino persiguieron a un hom...
Horacio Quiroga: El hombre muerto
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El hombre y su machete acababan de limpiar la quinta calle del bananal. Faltábanles aún dos calles; pero como en éstas abundaban las ch...
Horacio Quiroga: Más allá
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Yo estaba desesperada -dijo la voz-. Mis padres se oponían rotundamente a que tuviera amores con él, y habían llegado a ser muy crueles...
Horacio Quiroga: La meningitis y su sombra
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No vuelvo de mi sorpresa. ¿Qué diablos quieren decir la carta de Funes, y luego la charla del médico? Confieso no entender una palabra...
Horacio Quiroga: La mancha hiptálmica
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-¿Qué tiene esa pared? Levanté también la vista y miré. No había nada. La pared estaba lisa, fría y totalmente blanca. Sólo arrib...
Horacio Quiroga: La miel silvestre
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Tengo en el Salto Oriental dos primos, hoy hombres ya, que a sus doce años, y a consecuencia de profundas lecturas de Julio Verne, dier...
Horacio Quiroga: El espectro
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Todas las noches, en el Grand Splendid de Santa Fe, Enid y yo asistimos a los estrenos cinematográficos. Ni borrascas ni noches de hie...
Horacio Quiroga: El conductor del rápido
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Desde 1905 hasta 1925 han ingresado en el Hospicio de las Mercedes 108 maquinistas atacados de alienación mental Cierta mañana lleg...
Horacio Quiroga: Los guantes de goma
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El individuo se enfermó. Llegó a la casa con atroz dolor de cabeza y náuseas. Acostose en seguida, y en la sombría quietud de su cuart...
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