YO SOY MODISTO. No lo digo por halagarme, mi reputación está bien cimentada: soy el mejor modisto del país. Y aquella mujer, que se empañaba en que yo la vistiese, llegaba a su casa y hacía de su capa un sayo, dicho sea con absoluta propiedad. Sobre aquel traje verde se echó la echarpe de tul naranja de su conjunto gris del año pasado, y guantes color de rosa. Até disimuladamente el velo a la rueda del coche. El arranque hizo lo demás. ¡Que le echen la culpa al viento!
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